Quédate, Señor, conmigo, porque necesito verte presente para no olvidarte, pues ya sabes que con frecuencia te abandono.
Quédate, Señor, conmigo, porque soy muy débil y necesito de tus alientos y de tu fortaleza para no caer.
Quédate, Señor, conmigo, porque Tú eres mi vida y sin Ti decaigo en el fervor.
Quédate, Señor, conmigo, porque Tú eres mi luz y sin Ti estoy en tinieblas.
Quédate, Señor, conmigo, para que oiga tu voz y la siga.
Quédate, Señor, conmigo, para que me muestres tu voluntad cada día.
Quédate, Señor, conmigo, porque deseo amarte mucho y vivir siempre en tu compañía.
Quédate, Señor, conmigo, porque todo mi ser te está consagrado y te pertenezco.
Quédate, Señor, conmigo, si quieres que te sea fiel.
Quédate, Señor, conmigo, porque aunque mi alma es muy pobre, deseo que sea para Ti un lugar de consuelo, un huerto cerrado, un nido de amor.
Quédate, Señor, conmigo, porque se hace tarde y declina el día; se pasa la vida, se acerca el ocaso y es preciso que redoble mis esfuerzos, que no me detenga en el camino. Se hace tarde y viene la noche, me amenazan las tinieblas, las tentaciones, la sequedad, las penas... y Tú me eres preciso, Jesús mío, para alentarme en esta noche de destierro, ¡Cuánta necesidad tengo de Ti!
Quédate, Señor, conmigo, porque en esta noche de la vida y de los peligros, deseo ver tu claridad, muéstrate y haz que te conozca -como tus discípulos- en el partir del pan y en el compartirlo.
Quédate, Señor, conmigo, porque cuando llegue la muerte, quiero estar junto a Ti.
Quédate, Señor, conmigo, pues a Ti sólo te busco, tu amor, tu intimidad, tu corazón, tu espíritu y tu gracia.
Oración de San Padre Pio
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