DÍA CUARTO
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro ayuda a sus devotos a salir del pecado.
Uno de los principales oficios en que ejercita su solicitud Nuestra Señora del Perpetuo Socorro es el de sacar a las almas del pecado. A la manera como una madre llora y gime sobre el cadáver de su hijo, a quien desearía poder resucitar, María siente ardentísimos deseos de que vuelvan los pecadores a la vida de la gracia. Su grande ocupación consiste en interceder por ellos sin cesar; y Ella se gloria en ser su infatigable Abogada y en alcanzarles la gracia de la verdadera conversión, con tal que tengan a lo menos el deseo sincero de salir del pecado y que acudan a Ella pidiéndole la fuerza necesaria para romper las cadenas con que los tiene esclavizados la culpa. (Medítese y pídase con 9 Avemarías).
Oración. ¡Oh misericordiosa Abogada y refugio de los pecadores ¡Mucho he ofendido a Dios. En vuestras manos pongo mi salvación eterna. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Haced que no vuelva ya a tener la inmensa desgracia de corresponder con vil ingratitud a vuestros continuos favores. Alcanzadme de vuestro Hijo la gracia de una conversión sincera, para que en adelante le ame con todo mi corazón.
Practica. Rogar a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro que nos veamos libres de todo pecado y que no reincidamos en nuestras culpas.
DÍA QUINTO
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro defiende a sus devotos en las tentaciones.
La vida del cristiano sobre la tierra es una lucha constante. Rodeados estamos de enemigos por doquiera; de enemigos de todas clases, que se conjuran contra nosotros, maquinando nuestra perdición y ruina; ¿quien nos defenderá en medio de tantos peligros? La que continuamente vela por sus hijos: Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, que por sí sola es mas terrible que un ejército puesto en orden de batalla; la que es torre de David, fortaleza inexpugnable, de la cual penden mil escudos, armadura de los fuertes, y al mismo tiempo Madre nuestra; Madre tan tierna y amorosa, que más desea Ella concedernos su socorro, que nosotros alcanzarlo. (Medítese y pídase con 9 Avemarías).
Oración. ¡Oh María! Si he tenido la desgracia de pecar, yo mismo he sido el autor de esta desgracia. ¡Ah! Si yo os hubiera invocado, Vos hubierais acudido en mi socorro y yo no hubiera caído. Haced, Madre mía, que en la hora del peligro me acuerde de Vos y os invoque diciendo: ¡Madre mía, socorredme! Así saldré con la victoria.
Practica. Recurrir a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en cuanto asome la tentación.
DÍA SEXTO
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro asiste a sus devotos en todas las necesidades y trabajos de la vida.
Nuestra naturaleza tiene horror a las contradicciones y trabajos de esta vida los cuales son, empero, favores señalados que Dios hace a las almas que le aman. La verdadera sabiduría consiste en descubrir los tesoros inestimables de méritos que se hallan encerrados en las humillaciones y en los trabajos. ¿Quién, pues, nos dará a conocer este tesoro? María Santísima, la Reina de los mártires. Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, que pasó toda su vida entre penas y dolores, nos enseñará, con su ejemplo, que en esta valle de lagrimas la cruz es la herencia de los elegidos y nos hará mas llevaderos los trabajos de este penoso destierro. (Medítese y pídase con 9 Avemarías).
Oración. ¡Oh María, Madre y Señora nuestra del Perpetuo Socorro! ¿Cómo quejarme de mis trabajos, cuando considero vuestros acerbos dolores? Vos sois verdadera Madre de Dios, y vuestra vida fue vida de dolor y sufrimiento: quiero, pues, aceptar con resignación, a lo menos, todas las penas que Dios me envíe. Alcanzadme, Madre mía, la gracia de no quejarme nunca en mis trabajos.
Practica. Recurrir en todas mis penas a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
DÍA SÉPTIMO
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro ampara a sus devotos en la hora de la muerte.
El instante solemne en que morimos decide de nuestra suerte feliz o desgraciada por toda una eternidad. Esa es la hora en que el demonio despliega toda su astucia y todas sus fuerzas para ver de ganar una nueva alma. Pero no desmayemos: tengamos confianza, porque esa también es la hora de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. No en balde dice tan a menudo todo fiel cristiano: Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Allí estará, pues, a nuestro lado, a la hora de la muerte, para que podamos pasar felizmente del tiempo a la eternidad. (Medítese y pídase con 9 Avemarías).
Oración. ¡Oh María! cuando pienso en las angustias de mi última hora tiemblo y me siento lleno de confusión. No me abandonéis, Madre mía, en tan críticos momentos: concededme la gracia de que os invoque entonces con más fervor que nunca, a fin de expirar con vuestro dulcísimo nombre y el de vuestro Santísimo Hijo en los labios.
Practica.Encomendar cada uno su muerte a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Muy dignas son de compasión las almas del Purgatorio, porque padecen tormentos atroces y no pueden ayudarse a si mismas; pero María las socorre con la mas tierna misericordia. La Santísima Virgen alivia a aquellas almas tan queridas, rogando por ellas, y a veces hasta desciende a aquel lugar de tormentos para consolar y confortar a sus fieles siervos; mas aun: su poderosa y maternal intercesión se emplea en abreviar el tiempo de sus penas y en librarlas de aquel fuego purificador. (Medítese y pídase con 9 Avemarías).
Oración. Oh María! ¡Cuantos pecados he cometido en todo el curso de mi vida, y cuan escasa ha sido mi penitencia! ¡Oh cuan largo y cuan terrible habrá de ser para mi el Purgatorio, si Vos no me otorgáis vuestro auxilio! En Vos pongo toda mi confianza. ¡Oh Virgen del Perpetuo Socorro! postrado a vuestros pies os suplico me obtengáis la gracia de no caer ni aun en las mas leves faltas, y la de expiar todos mis pecados en esta vida. Espero que no me negareis esta merced.
Practica. Rogar a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro por las almas del Purgatorio.
DÍA NOVENO
Consagrarse a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y servirla con fidelidad es hacer cierta la perseverancia.
En este día consagrémonos a María; y para esto hagamos por Ella lo que Ella hace por nosotros. María nos ama; pues amémosla nosotros. ¡Que honra la nuestra amar a la Madre de Dios! Amémosla, entregándonos a Ella con entera confianza, por ser nuestra verdadera Madre. María es nuestra bienhechora; es nuestro perpetuo socorro. Por nuestra parte, prometámosle recurrir constantemente a su misericordia; prometámosle sinceramente perseverar en nuestros el ejercicios o practicas diarias de devoción en honor suyo, y experimentaremos cuan cierta es esta sentencia: que el verdadero devoto de María no puede condenarse. (Medítese y pídase con 9 Avemarías).
Consagración a María. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Yo os consagro mi cuerpo con todos sus sentidos, y mi alma con sus potencias. De aquí en adelante quiero serviros con fervor, invocaros sin cesar y trabajar por ganar corazones que os amen. ¡Oh Madre mía! Haced que no pase día alguno de mi vida sin que os invoque con amor filial.
Practica. Encomendar nuestra perseverancia a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
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